3. La huella europea

3.1. Franz Kafka

                                                                     

De todas las influencias -reconocidas o no- patentes en la literatura de C. F. Cubas, la de Franz Kafka (Praga 1883-1924) quizá sea la más determinante. Simplificando, podríamos afirmar que los relatos de nuestra autora son una sabia combinación de F. Kafka y Edgar A. Poe. Centrándonos en Kafka, todas las obras del autor austríaco exponen el sentimiento de desarraigo vital y afectivo que experimenta el ser humano en la sociedad moderna, al ser absorbido por la maquinaria social que convierte al individuo en una pieza más -anónima, intercambiable- de su complicado engranaje. El pesimismo kafkiano está asentado en dos sentimientos complementarios: el primero de tipo social, consistente en el sometimiento de la persona a unos estamentos sociopolíticos que lo anulan, alienan y desintegran, haciendo desaparecer su personalidad en la masa amorfa; y el segundo de tipo existencial, por tener que vivir una vida sin esperanza, cuyo sentido no entiende, y sometido a unos poderes desconocidos que lo manejan a su antojo sin posibilidad de conectar con ellos. 

Kafka era judío, y la elección del alemán (y no del checo) como lengua de escritura fue problemática. No solo porque en Praga la lengua de uso habitual era y es el checo, sino también porque en cierto sentido los alemanes eran vistos en Chequia como una potencia potencialmente agresora (como se demostró más adelante, con la ocupación de Checoslovaquia por la Alemania de Hitler en 1938). Kafka hablaba checo y alemán (su madre era de origen germánico), y fue la sólida tradición literaria del alemán (adoraba a Nietzsche y Schopenhauer) lo que le hizo optar por esta lengua como vehículo de escritura.

En 1917 se le diagnosticó tuberculosis, una enfermedad que lo había de llevar a la muerte, y que acentuó todavía más la palidez espectral, la debilidad congénita y el carácter ya de por sí introspectivo y atormentado del autor de El proceso. No se llegó a casar nunca, aunque entre 1913 y 1917 mantuvo una difícil relación con Felice Bauer, que dio lugar a una correspondencia de más de 500 cartas pero que no se vio reflejada en ninguna de sus obras literarios. En cambio, el desencuentro con un padre autoritario que nunca supo apreciar el talento de su hijo fue uno de los temas principales de sus obras, singularmente de La metamorfosis. Franz Kafka falleció el 3 de junio de 1924 en el sanatorio Dr. Hoffmann de Kierling a causa de una pulmonía derivada de la tuberculosis de laringe que lo asolaba. Curiosamente, no fue nunca demasiado reconocido en vida por sus méritos literarios, y es célebre la disposición testamentaria que dirigió a su amigo Max Brod antes de morir, en la que le pedía que, a excepción de cinco relatos, quemara toda su obra lo más pronto posible. Afortunadamente, Brod no cumplió con el encargo. 

En conclusión, como también ocurre en los relatos de C.F. Cubas, Kafka encomienda su obra a la intuición y la imaginación, descartando el empleo de la razón en el conocimiento de un mundo percibido como absurdo, gobernado por leyes arbitrarias y desprovisto de la más mínima lógica. 

Las obras más importantes de Kafka son El proceso, La metamorfosis y El castillo