1. Contexto

Sí, yo creo en lo que veo... y en lo que no veo. La realidad a mi parecer tiene muchos aspectos que no nos explicamos. Está llena de agujeros negros, por los que caes o te metes, como yo, para investigar. Y también están los sueños”. 

C.F.C.

Si nos atenemos a los fríos datos, Cristina Fernández Cubas pertenece a la generación de otros grandes escritores barceloneses que escribieron en castellano, como Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Maruja Torres o Manuel Vázquez Montalbán. Se trata de una generación nacida en la primera mitad del siglo XX, que experimentó en propia piel las tensiones de la Guerra Fría y que, de una u otra forma, reflejó en sus obras la grandeza -y las miserias- de una ciudad y de un país asolados por la dictadura del general Franco. Sin embargo, la obra de Cristina Fernández Cubas no se parece en nada a la de sus ilustres paisanos. Sabemos que nació en Barcelona. Sabemos que en algun momento de su vida residió en El Cairo, Lima, Buenos Aires, París o Berlín, entre otros lugares. Sabemos que se casó con el también escritor Carlos Trías Sagnier, y que por lo tanto era cuñada del filósofo Eugenio Trías. Poco más sabemos. La peripecia vital de nuestra escritora parece velada por la misma niebla de misterio que preside sus relatos. En su obra, para ubicar la acción se menciona "la ciudad", "la aldea" o "el pueblo", siempre de manera genérica, sin concretar más, pese a que por su ajetreada biografía hubiera podido describir países exóticos y fastuosos, como sí que lo hicieron Alberto Vázquez-Figueroa o Javier Reverte. ¿Se trata, pues, de una escritora engagée, comprometida, ligada a  la toma de conciencia política? No. No hay crítica social al uso en los relatos de Fernández Cubas, no encontraremos en ellos una reivindicación de los desheredados como en Vázquez Montalbán o Maruja Torres; nadie diría, por la lectura de sus textos, que la escritora padeció los rigores y la tristeza del tardofranquismo. Por no haber, tampoco hay referencias a una nacionalidad concreta (excepto, quizás, en El provocador de imágenes, de atmósfera vagamente germánica), ni existe voluntad alguna de inventariar el mundo desde Barcelona. La niebla lo cubre todo. 

Tal vez haya que acudir a la literatura latinoamericana para encontrar algunos referentes -ahora sí- más cercanos a la órbita de nuestra autora: los cuentos de Borges -genial maestro de la síntesis narrativa-, la libertad ubérrima de Cortázar, la ironía cervantina de García Márquez. Pero entonces habrá que ampliar el perímetro del contexto. La de Fernández Cubas no es, para nada, la tradición realista de los Novísimos. Resulta inútil -para acertar el ángulo correcto- rebuscar en los divanes de la gauche divine. Hay que buscar en otra parte. Para adentrarse en el universo de Mi hermana Elba es necesario penetrar en el dominio de lo fantástico, de lo enigmático y -en ocasiones- de lo terrorífico.