3. La huella europea

Hasta aquí ha quedado claro que la narrativa de Cristina Fernández Cubas se aleja del realismo social imperante en los escritores españoles de su generación, y que más bien pertenece al ámbito de la literatura fantástica y de terror. ¿Sí?  Bueno, pues no. O no del todo. Porque la de Fernández Cubas no es una literatura exactamente de terror. Quien busque en sus relatos la tradicional retahila de muertos vivientes, vampiros o exorcistas típica de los cuentos macabros, se equivocará. Probablemente, además, ese lector ávido de escenas truculentas se sentirá decepcionado y volverá a los libros de Stephen King, que sí que se las ofrecen. 

La razón de esta ausencia de sang i fetge quizá haya que buscarla en un hecho primordial: la autora catalana es heredera, sí, de la gran tradición narrativa de terror y ciencia ficción del siglo XIX (Poe, Hoffmann, Stoker), pero para poder desentrañar sus relatos primero se debe pasar el filtro de la renovación literaria que se produjo en Europa al filo de la primera mitad del XX. Quédense con estos tres nombres: Joyce, Kafka, Proust. Un irlandés que escribió en lengua inglesa, un austríaco que escribió en alemán y un francés dado a escribir (en francés, naturalmente) párrafos de cien líneas sin poner un solo punto y aparte. Subrayen sobre todo el segundo nombre: Franz Kafka. Como señala el profesor Juan J. León, los relatos de Kafka "pierden la linealidad cronológica y en ellos aparecen la superposición temporal, la narración desordenada de los hechos. El autor pierde la omnisciencia, por lo que renuncia a contar todos los secretos de los personajes, a los que deja en libertad para que muestren a los lectores sus cualidades, sentimientos, vivencias, ideas, etc. directamente o por medio de sus actos. De este modo, el autor queda suprimido de su obra, distanciándose de cuanto en ella se narra o se expresa: renuncia a explicar, aclarar y opinar. Y al no quedar todo contado, el lector se ve obligado a buscar, decidir e interpretar el sentido de lo que hacen, dicen y sienten los personajes que, además, no son retratados por el autor, sino que quedan ligeramente perfilados, cuando no difuminados". 

Dice la misma autora que sus historias "no se ofrecen machacadas y requieren un lector activo e inteligente". Y también: “Llevamos con nosotros cuanto hemos vivido, pero lo llevamos bien guardado. No a la vista, sino por ahí, en algun sótano, a buen recaudo”. La maestría de F. Cubas reside precisamente en reflejar aquello que no está a la vista, lo que está guardado en el sótano del subconsciente, que a menudo resulta ser tan -o más- espantoso que las criaturas viscosas de Lovecraft.