2. - Contexto social, histórico y literario

En el plano político, el último tercio del siglo XIX español abarca desde la revolución liberal de septiembre de 1868, La Gloriosa, a la pérdida en 1898 de las colonias de Cuba y Filipinas, últimos reductos de lo que había sido el gran imperio español. La Gloriosa puso fin al reinado de Isabel II, iniciado en 1833 y marcado por las sucesivas guerras carlistas. La Revolución de Septiembre, hito importante del liberalismo español, dio lugar al advenimiento de la Primera República en 1873, de vida azarosa y efímera, pues apenas duró un año con la sucesión de hasta cinco presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar y Serrano). La Restauración borbónica en 1874, con la llegada al trono de Alfonso XII, pareció que inauguraba un período pacífico que podría solucionar los problemas endémicos del pueblo español; sin embargo, no fue así, y el siglo se cierra con la guerra colonial del 98. La crisis finisecular se evidencia en el clima de desaliento que se vivía en España y que se traslada a la literatura a través de la reflexión pesimista de autores como Ganivet, Unamuno, Baroja o Azorín, entre otros. Aunque estos autores son los referentes obligados cuando se habla de la crisis finisecular, es preciso subrayar que los escritores de la generación anterior, como Emilia Pardo Bazán, también reflexionaron sobre la pérdida de las colonias y la necesaria regeneración del país. 

En el terreno literario, rebasado el Romanticismo de la primera mitad del XIX, el último tercio del siglo se caracteriza por un gran movimiento, el realismo-naturalismo, que abarca todo el período hasta los ismos de fin de siglo: el modernismo, el decadentismo y el simbolismo.

En las "Observaciones sobre la novela española contemporánea", verdadero manifiesto del realismo español, Benito Pérez Galdós, tras el diagnóstico pesimista del estado de la novela a la altura del año 1870, proponía una novela española enraizada en la tradición de la picaresca, Cervantes y el costumbrismo romántico; realista y contemporánea, es decir, que reflejara fielmente la realidad social próxima al escritor y que atendiera primordialmente a la clase media, la clase social emergente de la revolución industrial y verdadera protagonista de la vida en todos los aspectos. Con estas características, Galdós aspiraba a crear una auténtica novela nacional al igual que otros países europeos como Francia con Balzac, Stendhal, Flaubert o Zola, e Inglaterra con Dickens y Thackeray. En este contexto, el acercamiento a la realidad se hace en principio desde planteamientos maniqueos y fuertemente ideologizados, que cristalizan en la llamada "novela de tesis", producto de la revolución del 68. Pedro Antonio de Alarcón y José Mª de Pereda, desde el flanco conservador, y Galdós, desde el liberal, dan vida en ella a personajes representantes del bando conservador e intransigente o del bando liberal, tolerante y progresista. 

Dado que ese tipo de narración acababa por ser un callejón sin salida, será de nuevo Galdós quien, a comienzos de la década de los ochenta, publique una novela, La desheredada, con la que comienza la serie de las "Novelas españolas contemporáneas". Éstas que, sin abandonar el realismo característico de la novela española, incorporan una serie de elementos metodológicos y estilísticos procedentes del naturalismo francés.