Apuntes sobre la época, el autor y su obra

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Curso: Literatura castellana (Bloc 2) ~ gener 2020
Libro: Apuntes sobre la época, el autor y su obra
Imprimido por: Usuari convidat
Día: sábado, 4 de mayo de 2024, 20:14

Descripción

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1. - Biografía del autor

Imagen de Clarín

ALAS, LEOPOLDO (Zamora, 1852-Oviedo, 1901). Conocido por el seudónimo de «Clarín», forma con Pérez Galdós la pareja de grandes novelistas españoles del siglo XIX. Comparable a su labor de novelista es la desarrollada como cuentista, y la periodística: crítica, teoría literaria y temas políticos. Vivió en León y en Guadalajara durante la infancia, debido al cargo de Gobernador Civil que su padre desempeñó en esas ciudades; sin embargo, su persona y su obra están entrañablemente asociadas con Asturias, y aún más concretamente con la ciudad de Oviedo, a donde se trasladó en 1865, y donde estudió el bachillerato. Pasó en Madrid casi siete años, de 1871 a 1878, estudiando la carrera de Derecho, en la que se doctoró. En 1883 regreso a Asturias para ocupar en la Universidad la cátedra de Derecho Romano. Cinco años después obtuvo la de Derecho Natural.

Los años madrileños fueron provechosos en cuanto que comenzó a escribir artículos periodísticos, tanto de pensamiento filosófico y religioso, como políticos y literarios. Esta faceta de Clarín, dedicado a explorar las cuestiones sociopolíticas de su época, ha sido olvidada durante mucho tiempo (igual que la actividad paralela de Galdós). Aparte del interés en las cuestiones del día, debe recordarse que Clarín estudió en una Universidad donde los maestros más estimulantes eran los seguidores del filósofo alemán Karl Krause. La gran aportación de estos hombres, especialmente de Francisco Giner de los Ríos, fue reformar la filosofía y la enseñanza en la España del último tercio del siglo pasado. El krausismo influyó en Clarín porque avivó en él una innata inclinación idealista, orientando su vida intelectual hacia la búsqueda de un sentido espiritual y metafísico de la existencia. Clarín fue el heredero de Mariano José de Larra, en cuanto que buscaba, como el escritor romántico, un sentido racional a la vida. Ambos preceden a los modernistas en la preocupación por las formas y en el culto de la belleza.

Para entender a Clarín en cuanto a lo literario, conviene recordar que el interés intelectual, crítico, de origen krausista, da un sentido especial a sus obras; a ello se suman otros elementos de la filosofía de la época, en especial de la corriente positivista, del realismo y del naturalismo. Si el krausismo marcó el horizonte ético e intelectual del escritor, la corriente positivista del realismo y el naturalismo le proporcionó una manera de poner entre paréntesis ciertas parcelas del mundo y de examinar, valiéndose del microscopio naturalista, al ser humano de su tiempo. Las mencionadas corrientes filosófico-literarias le sirvieron de instrumento para la creación literaria, instrumento que, con la excepción de Galdós, supo utilizar en nuestra lengua mejor que nadie. El tono moralista de Alas aparece reforzado por su desengaño ante la sociedad de su época. Intentaba en sus escritos elevar el tono del discurso nacional sobre aspectos que afectaban a España y a sus habitantes, considerando como norte del cambio el ideal krausista de verdad y perfectibilidad humana. Sus artículos periodísticos y su crítica en general llamaron la atención sobre la problemática del país; sus extraordinarias novelas dramatizaron la situación de una nación cuya vida política y social vivía momentos contradictorios de apatía y confusión.

España iba reduciéndose en tamaño, y no sólo geográfico. Al perder las colonias de América, cayó en una anemia espiritual, producida por la carencia de ánimo y de las ideas fertilizantes que la revolución industrial trajo consigo, contribuyendo a transformar las grandes naciones europeas. No olvidemos que Clarín vivió tres acontecimientos dramáticos de la historia española: la revolución liberal de 1868, la Restauración y la pérdida de las últimas colonias, en 1898.

Pasando del trasfondo intelectual del pensamiento de Clarín a su práctica crítica, se observa que fue prolífico escritor y periodista. Sus escritos se caracterizan por una punzante ironía, que se ensañó en cuantos escritores de mal gusto cayeron en sus manos, aunque también supo ensalzar los méritos de quienes lo merecían. Sus críticas de las novelas de Galdós constituyen un auténtico estudio moderno, el primero de los dedicados a don Benito: su talento analítico y su modernidad conceptual sirvieron para elevar la figura del novelista a la categoría de maestro, a la vez que descubrían en él una veta crítico-teórica. En Galdós (1912) se recogió mucho de lo escrito sobre este autor. Es el libro fundacional de la crítica galdosiana. La crítica que podemos adscribir a Clarín es la que dedicó a zaherir el mal gusto y la inepcia artística, mientras que a Leopoldo Alas le atribuiríamos la más seria y reflexiva que dedica a escritores y obras dignos de atención.

La mejor crítica de Clarín se encuentra en Solos de Clarín (1881), La literatura en 1881 (1882; en colaboración con Armando Palacio Valdés), Sermón perdido (1885), Folletos literarios (1886-91), Nueva campaña (1887), Mezclilla (1888), Ensayos y revistas (1892), Palique(1893), y Siglo pasado (1901). Varios investigadores han recogido la obra periodística del autor: Preludios de Clarín (1875-1880) (Jean-François Botrel, 1972), Obra olvidada, artículos de crítica (1882-1901) (Antonio Ramos-Gascón, 1973) y Clarín político, tomos I y II(artículos dedicados a temas sociales y políticos, escritos entre 1875-1901, Yvan Lissorgues, 1980). Los prólogos de Leopoldo Alas fueron recogidos por David Torres (1984).

La agresividad crítica de Clarín y el cortante filo de sus opiniones estéticas contrastan con la cautela con que aborda su labor creadora. Comenzó escribiendo cuentos cortos, en los que reflejó lo que el mundo y sus gentes ofrecían de interesante. La primera entrega fue Pipá (1879), novela corta influenciada por el naturalismo, que presenta en germen personajes que aparecerán en La Regenta(1884-85). La Revista de Asturias publicó en 1880, entre abril y junio, tres capítulos de Speraindeo, primer intento de novela, que nunca llegó a terminar.

Estatua La Regenta Oviedo

Cuestión interesante sería determinar de dónde le viene la ambición y el impulso de escribir una novela como La Regenta. Quizá el de mayor significación le fue dado por el naturalismo, según el propio autor sugiere al reseñar la obra de Galdós; por ejemplo, al considerar La desheredada (1881), indicó las posibilidades que ofrecía, por la concepción de la novela naturalista y sus técnicas. Por otro lado, la temática epocal iba perfilándose y se repetía en formas parecidas, con variaciones formales en las diferentes novelas del momento.

El tema del adulterio, central en La Regenta, se rastrea en Madame Bovary, de FlaubertO primo Basilio, de Eça de Queiroz, Ana Karenina, de Tolstoï, y La conquete de Plassans, de Zola, la obra que más se asemeja a la de Alas, aunque se le suele dar prioridad a Madame Bovary. Fenómeno digno de mención es el auge de la novela durante la década de los ochenta, con la aparición de una docena de obras relevantes de Galdós, Pardo BazánOrtega Munilla, Palacio Valdés y Pereda. Década áurea de la novela en el siglo XIX español, coincidiendo con la primera salida de Alas al campo de la narrativa extensa.

La Regenta es el resultado de una conjunción: la suma de flaubertismo (la novela autoconsciente) más naturalismo (visión «moderna» de la realidad, que permitía ver en profundidad), más las circunstancias propicias (el público quería novelas), más el interés del autor por lo ético (krausismo) y el deseo del artista de ser oído en toda España.

Todo ello dio lugar a la invención de un mundo ficticio y de un escenario cuyo referente es la ciudad de Oviedo (en la novela, Vetusta): la bella y sensible Ana Ozores, recién casada con el maduro Víctor Quintanar, ex regente de la Audiencia, se ve acosada por el donjuán de la ciudad, Álvaro Mesía, y por el magistral de la catedral, don Fermín de Pas. Acaba cediendo al cerco de don Álvaro, tras rechazar al sacerdote que tan apasionadamente la ama. Don Víctor, que descubre el adulterio, presionado por Pas, desafía a don Álvaro, y muere en el duelo. La novela resulta extraordinaria por el cuidado y detalle con que se presenta la vida de Vetusta y sus diferentes clases sociales; para la descripción del ambiente provinciano y del entramado de la vida colectiva, lo más naturalista de la obra, utiliza las técnicas más apropiadas, como el monólogo interior y el estilo indirecto libre, aptos para que la historia parezca contarse por sí misma -la narran los personajes- y para penetrar en el interior de los seres ficticios, en su sentir.

Portada Su único hijo

La segunda novela, Su único hijo (1890), es otra obra maestra; aunque menor que La Regenta en el número de registros temáticos, la iguala en el acierto con que usa los recursos técnicos. La novela ejemplifica a la perfección las asimilaciones que el género realizaba a expensas del teatro, el esfuerzo por dramatizar la realidad en una intensa representación de los sucesos. El narrador cede la palabra con frecuencia a los personajes con el fin de que la ilusión de realidad se intensifique. El argumento de Su único hijo es sencillo: un hombre débil y sin fortuna, Bonifacio Reyes, vive sometido a la voluntad de su mujer, Emma, que lo tiraniza. Se consuela con la música, a la que es muy aficionado; llega a la ciudad una compañía de ópera y Bonifacio es seducido por Serafina, tiple y amante del director de la compañía, que a su vez se relaciona íntimamente con Emma. Queda esta embarazada, pero ¿de quién? Bonifacio, movido por el impulso de la paternidad, afirma que el hijo es suyo, su único hijo.

Muchos y muy buenos cuentos y novelas cortas escribió Alas: El Señor y lo demás son cuentos (1892), Doña Berta, Cuervo y Superchería (los tres de 1892) y Cuentos morales (1896) son, posiblemente, los relatos más notables de la literatura española de su tiempo. Intentó, sin éxito, triunfar en el teatro; el estreno de Teresa (1895) fue un fracaso.



2. - Contexto social, histórico y literario

En el plano político, el último tercio del siglo XIX español abarca desde la revolución liberal de septiembre de 1868, La Gloriosa, a la pérdida en 1898 de las colonias de Cuba y Filipinas, últimos reductos de lo que había sido el gran imperio español. La Gloriosa puso fin al reinado de Isabel II, iniciado en 1833 y marcado por las sucesivas guerras carlistas. La Revolución de Septiembre, hito importante del liberalismo español, dio lugar al advenimiento de la Primera República en 1873, de vida azarosa y efímera, pues apenas duró un año con la sucesión de hasta cinco presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar y Serrano). La Restauración borbónica en 1874, con la llegada al trono de Alfonso XII, pareció que inauguraba un período pacífico que podría solucionar los problemas endémicos del pueblo español; sin embargo, no fue así, y el siglo se cierra con la guerra colonial del 98. La crisis finisecular se evidencia en el clima de desaliento que se vivía en España y que se traslada a la literatura a través de la reflexión pesimista de autores como Ganivet, Unamuno, Baroja o Azorín, entre otros. Aunque estos autores son los referentes obligados cuando se habla de la crisis finisecular, es preciso subrayar que los escritores de la generación anterior, como Emilia Pardo Bazán, también reflexionaron sobre la pérdida de las colonias y la necesaria regeneración del país. 

En el terreno literario, rebasado el Romanticismo de la primera mitad del XIX, el último tercio del siglo se caracteriza por un gran movimiento, el realismo-naturalismo, que abarca todo el período hasta los ismos de fin de siglo: el modernismo, el decadentismo y el simbolismo.

En las "Observaciones sobre la novela española contemporánea", verdadero manifiesto del realismo español, Benito Pérez Galdós, tras el diagnóstico pesimista del estado de la novela a la altura del año 1870, proponía una novela española enraizada en la tradición de la picaresca, Cervantes y el costumbrismo romántico; realista y contemporánea, es decir, que reflejara fielmente la realidad social próxima al escritor y que atendiera primordialmente a la clase media, la clase social emergente de la revolución industrial y verdadera protagonista de la vida en todos los aspectos. Con estas características, Galdós aspiraba a crear una auténtica novela nacional al igual que otros países europeos como Francia con Balzac, Stendhal, Flaubert o Zola, e Inglaterra con Dickens y Thackeray. En este contexto, el acercamiento a la realidad se hace en principio desde planteamientos maniqueos y fuertemente ideologizados, que cristalizan en la llamada "novela de tesis", producto de la revolución del 68. Pedro Antonio de Alarcón y José Mª de Pereda, desde el flanco conservador, y Galdós, desde el liberal, dan vida en ella a personajes representantes del bando conservador e intransigente o del bando liberal, tolerante y progresista. 

Dado que ese tipo de narración acababa por ser un callejón sin salida, será de nuevo Galdós quien, a comienzos de la década de los ochenta, publique una novela, La desheredada, con la que comienza la serie de las "Novelas españolas contemporáneas". Éstas que, sin abandonar el realismo característico de la novela española, incorporan una serie de elementos metodológicos y estilísticos procedentes del naturalismo francés. 


3. - El Naturalismo

El Naturalismo francés fue una corriente que, basándose en el positivismo filosófico y en las teorías científico-médicas, tendía a otorgar una importancia absoluta al determinismo de la herencia biológica y del medio ambiente sobre los personajes de la novela. El novelista Émile Zola fue su principal representante y teorizador, junto con el crítico Hippolyte Taine. Ambos admitían que el Naturalismo era en realidad una evolución de la novela realista y consideraban a Balzac como su gran maestro. Zola definió el concepto en el prólogo de su novela "Therèse Raquin" (1867), y más tarde lo amplió en "Le roman experimental" (1875) y en las recopilaciones de artículos "Le naturalisme au théâtre" y "Les romanciers naturalistes", ambos de 1881. 

La novela, según Zola, debía constituir una especie de experimento científico para el cual se necesitaba: 

a) Recoger todos los datos de la realidad, por desagradables que fuesen.

b) Formular una hipótesis o varias hipótesis.

c) Anotar los resultados de la comprobación de dicha hipótesis.

De esta manera, la novela así elaborada tendrá como función analizar un temperamento según sus características hereditarias y ambientales, sin que el análisis sea retocado (ni atenuado ni exagerado) por el autor. Los personajes y ambientes serán presentados conjuntamente porque, para el naturalismo, el ser humano es causa y efecto de la sociedad. El novelista se limitará a hacer evidentes las "enfermedades" del individuo y de la sociedad para que los lectores puedan extraer sus propias conclusiones. 

En España, los debates sobre la nueva doctrina, el naturalismo, fueron frecuentes en esos años (1880-1890) en la sociedad ilustrada. Desde los realizados en el Ateneo madrileño a principios de los años ochenta hasta los artículos de Leopoldo Alas "Clarín" en La Diana (1882), pasando por los polémicos artículos de Emilia Pardo Bazán, reunidos en un libro con prólogo de Clarín, La cuestión palpitante (1882-83), el naturalismo se convierte en motivo frecuente de discusión ideológica y estética. Pardo Bazán, por ejemplo, defendía la técnica literaria naturalista, pero rechazó sus bases teóricas cientificistas, ya que se oponían a la doctrina católica (el catolicismo defiende que, a pesar de las presiones genéticas o ambientales, la persona siempre es libre para elegir entre el bien y el mal). Para la autora gallega, el naturalismo era un movimiento pretenciosamente pseudocientífico basado en la aplicación de un restringido concepto de determinismo a la conducta humana, con una deplorable tendencia a recalcar lo sórdido, lo feo y lo proletario. Ella prefiere el realismo, entendido como "una teoría más ancha, completa y perfecta que el naturalismo". En el realismo ella veía con alivio la posibilidad de hallar un equilibrio entre los indecorosos excesos del naturalismo y la embellecida artificialidad del idealismo. Sobre todo, ella defendía el realismo "a la española" de Galdós y de Pereda. No sorprende que Zola mismo se separara inmediatamente de la posición de la escritora gallega: cuando cuatro años más tarde publicó La terre, la Pardo Bazán se quedó horrorizada, mostrando así lo superficiales que eran sus simpatías naturalistas. 

Por su parte, Clarín criticó a Zola por querer confundir el arte con la ciencia:

"No irá el arte a confundirse con la ciencia, pues aunque la verdad debe ser la aspiración de ambos, siempre será la ciencia actividad para el conocer, la del pensamiento y no más; y el arte, actividad en que el sentimiento interviene y predomina". Pero desde el primer momento advierte la transcendencia que dichas doctrinas tendrían para la novela en España y así lo refleja en los dos artículos que dedica a La desheredada (1881) de Galdós, considerados el "manifiesto del naturalismo en España". Allí apuntaba el acierto de Galdós al construir una novela muy acorde con los principios del naturalismo, del que el propio Clarín decía: "El Naturalismo como escuela exclusiva, de dogma cerrado, yo no lo admito; yo no soy más que un oportunista del naturalismo: creo que es una etapa propia de la literatura actual; creo que es la manera adecuada a nuestra vida y nuestra cultura presente; creo asimismo que de él quedará mucho para siempre, como para siempre ha quedado el ideal de la corrección clásica y de la libertad racional del romanticismo; pero que tiene también elementos puramente históricos, que desaparecerán con las circunstancias que los trajeron", en definitiva, lo que no admitía Clarín (ni los demás novelistas españoles) de los postulados naturalistas era el determinismo filosófico, que refleja Zola en Le Roman Experimental.

Más allá de la polémica, lo cierto es que el naturalismo francés, con algunas limitaciones sobre el determinismo filosófico, que no fue nunca aceptado en España, vino a enriquecer la producción narrativa de la que podríamos llamar la década prodigiosa de la novela española decimonónica. Los títulos que aparecieron entre 1881 y 1887 así lo avalan: "La desheredada" (1881), "Tormento" y "La de Bringas" (1884), "Lo prohibido" (1885) y "Fortunata y Jacinta" (1887), de Benito Pérez Galdós; "Un viaje de novios" (1881), "La Tribuna" (1883), "El Cisne de Vilamorta" (1887), "Los Pazos de Ulloa" (1886) y "La madre Naturaleza" (1887), de Emilia Pardo Bazán; además de, sin duda, la mejor novela de este período, "La Regenta" (1884-1885), de Leopoldo Alas "Clarín"; y "Marta y María" (1883) de Armando Palacio Valdés. Este elenco de novelas siguen la estela de las mejores obras de Balzac, Émile Zola o los hermanos Goncourt, y evidencian la importancia del realismo y el naturalismo como la fase más fecunda en la novela española decimonónica. 

Por otra parte, hay que reseñar que en Cataluña los críticos literarios Josep Yxart y Joan Sardà se encargaron de divulgar las teorías naturalistas ya desde 1881, aunque ellos fueran más partidarios de una línea moderada, más próxima al realismo de Flaubert o Balzac que al determinismo de Zola. El gran representante del naturalismo catalán fue el novelista Narcís Oller, con obras como "L'escanyapobres" (1884), "La febre d'or" (1890-1892)

4. - Bibliografía

El contenido de este material de estudio se ha basado en los siguientes libros: 

-"La Regenta", Ed. Austral, estudio preliminar de Mª Luisa Sotelo Vázquez

-"Historia de la Literatura española", Vol. 5, Ed. Ariel, a cargo de D.L. Shaw

-"Breve historia de la literatura española", Alianza Editorial, de Carlos Alvar, José-Carlos Mainer y Rosa Navarro

-"Historia de la literatura española", Vol. III, Romanticismo y Realismo, de Ramón Nieto

-"Nueva lectura de "La Regenta" de Clarín", ed. Anagrama, Antonio Vilanova.

También en los siguientes sitios web:

-Biografía de Leopoldo Alas "Clarín", por Germán Gullón (Biblioteca virtual Miguel de Cervantes)