1. Poesía del Renacimiento

El Renacimiento es un amplio movimiento cultural -no solo artístico o literario- que transformó la vida europea durante el siglo XVI. Este proceso de transformación, iniciado ya en el siglo XV, no se produjo con la misma intensidad ni al mismo tiempo en todos los países: mientras que en Italia las primeras manifestaciones renacentistas tuvieron lugar en el siglo XIV, en España no triunfó hasta el reinado de Carlos I (1517-1556).

Con el término Renacimiento (de renacer: «volver a nacer») se hace referencia a la característica fundamental de este movimiento: la recuperación, el resurgimiento de la cultura clásica griega y latina, supuestamente olvidada durante la Edad Media. 

El renacer de la cultura clásica, junto con la valoración del hombre y del mundo, suponen el paso de la cultura teológica medieval a una nueva cultura humanista. Esta nueva cultura humanista, difundida gracias a la aparición de la imprenta, los descubrimientos geográficos y el desarrollo económico, marca el inicio del mundo moderno.

El humanismo es una corriente cultural e ideológica que surge en Italia a finales del siglo XIV y que se difunde pronto por toda Europa. Los humanistas eran hombres dedicados a los studia humanitatis, al estudio de las lenguas clásicas griega y latina, especialmente de esta última. Hacían una valoración entusiasta del mundo y del ser humano y orientaban la cultura hacia el conocimiento de lo humano y lo terreno. El estudio de las lenguas clásicas trajo consigo la difusión y la imitación de los escritores antiguos. El conocimiento es para el hombre renacentista una manera de perfeccionar la condición humana. El reconocimiento de la dignidad del ser humano supuso una nueva forma de entender la vida y el mundo, cuyas notas más distintivas serían las siguientes:

  • El mundo ya no es un simple lugar de paso para la otra vida, sino un lugar bello y digno de ser gozado. El ser humano es el centro y la medida del mundo (antropocentrismo, frente al teocentrismo medieval). La razón y la experiencia personal son consideradas las principales fuentes del conocimiento. En la literatura, se multiplican los elementos realistas y los rasgos de la lengua popular en las obras, proliferan las narraciones en primera persona y las preocupaciones por los sentimientos íntimos, por la vivencia personal (del amor, de la religión…).
  • El ser humano se siente armónicamente integrado en la naturaleza, fuente de belleza y placer de los sentidos. La perfección del ser humano no radica en el ejercicio de la virtud, sino en el desarrollo equilibrado de todas sus facultades físicas e intelectuales. Por eso el tipo ideal de la época es el cortesano, que debe cultivar a la vez las armas y las letras (armonización del clérigo y el caballero medievales) y ejercitar y dominar actividades diversas, desde los juegos físicos a las bellas artes.

La primera época del Renacimiento en España se sitúa aproximadamente en la primera mitad del siglo XVI, y viene a corresponder con el reinado de Carlos l. En esta primera época, caracterizada por su orientación europea, se asimilan las influencias italianas, se difunden ampliamente las ideas de Erasmo y se introducen los nuevos temas y formas de la literatura (lírica amorosa de inspiración petrarquista, naturaleza bucólica, etc.). Puede decirse que es una época de optimismo. Y es esa la época en la que escribe Garcilaso.

Garcilaso de la Vega nació en Toledo en 1501, de familia noble. Participó en diversas campañas militares al servicio del emperador Carlos I y viajó como diplomático por varios países europeos. En 1525 se casó con Elena de Zúñiga, pero un año más tarde conoció a la que sería su gran amor platónico -pues no fue correspondido- y la musa inspiradora de sus poesías, la dama portuguesa Isabel Freire (la Elisa de sus versos). Desterrado por el Emperador a una isla del Danubio, regresó luego a Nápoles, donde entró en contacto con la cultura italiana. Murió en Niza en 1536, a consecuencia de las heridas sufridas en el asalto a una fortaleza del sur de Francia (la de Muy, en Provenza). Por su doble condición de guerrero y hombre de letras, Garcilaso representa el ideal del perfecto cortesano renacentista.

La producción literaria de Garcilaso, exclusivamente poética y poco extensa, está formada por: tres églogas (diálogos pastoriles), treinta y ocho sonetos, cinco canciones, una epístola, dos elegías y ocho composiciones de tipo tradicional, en versos octosílabos. Excepto estas últimas, las demás están escritas en metros italianos: endecasílabos y heptasílabos. Asimismo, Garcilaso introdujo en la lírica castellana una serie de estrofas (terceto, soneto, lira, octava real, endecasílabos sueltos, canción en estancias) que había asimilado de los poetas italianos renacentistas.

Las obras de Garcilaso no fueron publicadas hasta 1543, año en que la viuda de su amigo Juan Boscán publicó las poesías de ambos en un solo volumen, titulado Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega.

Los temas de la poesía de Garcilaso son:

  • El amor. Casi toda su obra gira en torno al tema del amor. La exploración minuciosa de los diferentes estados de ánimo por los que atraviesa, principalmente el dolor causado por la indiferencia de la amada y después por su muerte, constituye el motivo central de sus poesías. Recoge en este sentido la influencia del neoplatonismo de Petrarca, según el cual la belleza material es reflejo de la divina y el amor tiene, por tanto, un componente espiritual. Por eso la mujer (en este caso, Isabel Freire) está idealizada en los poemas de Garcilaso.
  • La naturaleza. Es una naturaleza poéticamente idealizada, apacible y armoniosa (tópico del locus amoenus), escenario y testigo del sufrimiento amoroso del poeta, y que participa en ocasiones de sus sentimientos.
  • La mitología. Usada unas veces como motivo estético y otras como expresión y proyección de sus sentimientos personales.

En la segunda época del Renacimiento español, que se corresponde con el reinado de Felipe II (segunda mitad del siglo XVI), España, a la cabeza de la Contrarreforma, se cierra a la influencia europea para protegerse de las ideas protestantes. La cultura adquiere un marcado signo católico y nacional, y la literatura de tema religioso se convierte en la principal característica de este período.

Fray Luis de León nació en Belmonte (Cuenca) en 1527, pero toda su vida aparece vinculada a Salamanca, de cuya universidad fue profesor. A pesar de su condición de fraile agustino, en 1572 fue procesado y encarcelado por la Inquisición; se le acusaba de no cumplir las normas de la Iglesia sobre comentarios y traducciones de la Biblia (en concreto el Cantar de los Cantares, que Fray Luis tradujo del hebreo a la lengua vulgar y no al latín, cosa expresamente prohibida por el Concilio de Trento). Después de casi cinco años de prisión, fue declarado inocente. Antes de salir de su encarcelamiento, dejó escrita en la pared de su celda una décima que se hizo muy célebre:

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
¡Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y, con pobre mesa y casa,
en el campo deleitoso,
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,
ni envidiado, ni envidioso!

Fray Luis murió en el año 1591 y fue enterrado en Salamanca.

Su obra en verso consta de treinta y cuatro poemas, ninguno de los cuales fue publicado en vida del autor. Él las consideraba «obrecillas a las cuales me apliqué más por inclinación de mi estrella que por juicio o voluntad». Suelen dividirse en tres grupos: traducciones de clásicos, algunas versiones de textos sagrados y veintitrés poesías originales. En estas últimas, adopta las formas italianizantes, en la línea de Garcilaso, pero sustituye la temática amorosa por contenidos morales y religiosos.

Fray Luis glosa pasajes bíblicos junto a temas de la antigüedad clásica, como el locus amoenus, que toma de Virgilio y de Garcilaso, o el beatus ille de Horacio, tópico que elogia la vida alejada de todo lo mundano. En su poesía, funde la religión cristiana con el neoplatonismo.

Casi toda su poesía gira en torno al tema del ansia de paz espiritual y de armonía, la búsqueda de una serena felicidad, la aspiración a la paz interior y el rechazo de las inquietudes mundanas (la huida de este mundo y la contemplación del más allá solo puede conseguirse con una vida solitaria y austera, alejada de todo lo mundano, en el campo o dedicándose al estudio).

A esta temática se deben sus odas más famosas:

  • Vida retirada («¡Qué descansada vida…!»), inspirada en el famoso poema Beatus ille de Horacio. Resume la realidad vital del poeta, que vive en un mar de luchas y aspira solo a la paz espiritual, la armonía y la unión con Dios en un entorno natural, alejado del mundanal ruido.
  • A Francisco Salinas («El aire se serena…»), dedicada a un músico ciego, amigo suyo. Expresa la idea platónica de que el arte –la música en este caso– sirve para liberar el alma de las impurezas mundanas y elevarla a la contemplación del «bien divino».
  • A Felipe Ruiz («¿Cuándo será que pueda…»), que expresa el ardiente deseo del poeta de conocer la Verdad pura y absoluta.

Nacido como Juan de Yepes Álvarez en Fontiveros (Ávila), San Juan de la Cruz (1542-1591) es el máximo exponente de la poesía mística española. Los dos rasgos distintivos de su infancia fueron la pobreza y el fervor religioso; luego estudió en la Universidad de Salamanca e ingresó en la Orden de los Carmelitas a los veintiún años. Estuvo muy implicado en la reforma de su orden (tarea en la que recibió el apoyo de Santa Teresa de Jesús), lo cual tuvo como consecuencia una vida llena de zozobras y una condena de ocho meses en la cárcel, que aprovechó para continuar escribiendo.

La brevedad de su obra contrasta con su total intensidad emocional y expresiva. En ella muestra sus vivencias místicas (la unión con la divinidad), y para reflejar la intensidad de su éxtasis (que es inefable, es decir, no se puede explicar) emplea la alegoría, el simbolismo y diversos recursos de la poesía amorosa y de la literatura bíblica que pueden calificarse de sensualidad a lo divino. Su obra está influenciada también por la poesía italianizante y por la lírica popular.

San Juan de la Cruz concebía la poesía como un medio de comunicarse con Dios. Por tanto, sus versos son la expresión de la doctrina mística y de su experiencia personal en ese campo: unirse a Dios es un perderse previo a sí mismo para después ganarse.

Escribió unos cuantos poemas de tipo tradicional (romances, villancicos, canciones, glosas), pero lo más importante de su producción son sus tres grandes poemas místicos, en los que emplea siempre la lira, compuesta de tres versos heptasílabos (siete sílabas) y dos endecasílabos (once sílabas) con la disposición 7a, 11B, 7a, 7b, 11B.

  • Noche oscura del alma. Describe simbólicamente el proceso de unión mística del alma con Dios: en una noche oscura (símbolo de la oscuridad en que está sumida el alma), una muchacha (el alma) huye de su casa (el cuerpo) para ir al encuentro del Amado (Dios); al encontrarse, tiene lugar la unión mística.
  • Cántico espiritual. Inspirado en el Cantar de los cantares bíblico y subtitulado Canciones entre el alma y el Esposo, es el poema más extenso: cuarenta liras. En él, la esposa (el alma) sale en busca de su Amado (Dios). Después de preguntar por él a las criaturas de la naturaleza, lo encuentra reflejado en una fuente. Tras un diálogo bellísimo entre ambos, se produce la unión amorosa, símbolo de la unión mística. En el poema aparecen descritas las tres vías místicas: la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva.
  • Llama de amor viva. Breve poema de veinticuatro versos, repartidos en cuatro estrofas, que describe en tono exclamativo el estado del alma abrasada en la llama del amor divino. En este poema San Juan utiliza una estructura similar a la lira, pero no idéntica, pues en lugar de cinco versos cada estrofa tiene seis, combinando, eso sí, los heptasílabos con los endecasílabos igual que en la lira; de manera que el esquema métrico sería 7a-7b-11C-7a-7b-11C // 7d-7e-11F-7d-7e-11F, y así sucesivamente.