Soluciones actividad L5ACR Los altillos de Brumal

1. El reloj de BagdadDescribe a las dos criadas que trabajan en la casa. ¿Qué tipo de historias les explican a los niños al anochecer?

Olvido es mayor que Matilde, aunque no se especifica la edad de ninguna de las dos. De Matilde se dice que era vieja (aunque no tanto como Olvido), que andaba encorvada y que tenía una pierna renqueante que sabía predecir el tiempo. A ojos del narrador, Matilde parecía "muy joven, algo menos sabia y mucho más inexperta" que Olvido. También era más dulce. De Olvido, a su vez, se afirma que era pausada, segura de sí misma y capaz de transportar a los niños de la casa a escenarios de pesadilla con sus historias de terror. El narrador, uno de los niños, se ve fatalmente atraído por ella, de quien además dice que había criado a las hermanas de su padre y había asistido a su nacimiento y al de sus hermanos. Pero Olvido sufre una radical transformación al final del relato, convirtiéndose en "una mujer desconocida": "había adelgazado de manera alarmante, sus ojos parecían enormes, sus brazos, un manojo de huesos y venas". Es la fase previa a su mutación en una especie de espectro revoloteante. 

Podemos deducir que las historias que las dos ancianas contaban a los niños eran como mínimo inquietantes, pues Olvido, mientras las explicaba, podía adoptar "la temible faz de un sepulturero atormentado por sus recuerdos",o la figura de "un fraile visionario, o tal vez una monja milagrera". Se trata de historias que hacían "vibrar a los niños de emoción", pero que en un determinado momento, después de la llegada del reloj, se vuelven amenazantes incluso para las dos criadas, que "por primera vez, estaban asustadas". 

2. En el hemisferio sur. ¿Por qué motivo el narrador considera a Clara, pese a sus crisis, una mujer fascinante y afortunada?

El narrador envidia la suerte de Clara pese a sus delirios porque Clara es escritora, una escritora de éxito. Y así lo expresa: "(Yo) nunca había sufrido tales arrebatos en carne propia. Jamás había conocido ese momento mágico en el que el escritor, poseído por una fuerza milagrosa, se ve compelido a rellenar sin descanso hojas y más hojas, a no concederse tregua, a enfermar, a plasmar sobre el papel los dictados de su mente enfebrecida". El narrador no puede plasmar sobre el papel esos dictados ni ningunos otros, porque padece del síndrome de la hoja en blanco, la "Holandesa de la Blanca Sonrisa" en palabras del mismo frustrado novelista. 

Cuando Clara le explica su estupor ante la obra presuntamente firmada por su otro yo (Sonia Kraskowa), el narrador piensa que todo aquel "barullo" le resultaba "fascinante, etéreo, inaprehensible". Y que "Clara podía considerarse una mujer afortunada. Hasta sus crisis resultaban tremendamente literarias, sus abatimientos envidiablemente creativos". Incluso, cuando ella se suicida, él opina que "Clara moría en la plenitud de su fama, llorada por todos, milagrosamente huida de un final mucho más trágico y aborrecible". 

3. Los altillos de Brumal. ¿De qué palabra procede «Brumal»? ¿Crees que tiene valor simbólico dado el contenido del relato? Justifica tu respuesta.

Brumal viene de bruma. Es, según el narrador, "un lugar inhóspito, umbrío, de tierras castigadas y estériles". En la descripción que aparece en la página 156 del libro, se dice: "El humo de algunas chimeneas ensombrecía todavía más la densa bruma permanentemente asentada sobre la aldea". 

Por supuesto que tiene valor simbólico. Toda la aventura vivida por Adriana, la protagonista-narradora, en aquel paraje cuyo nombre "ni cualquier otro que respondiera a su situación geográfica figuraban en la relación de parroquias de ninguna diócesis", está presidida por el misterio, las sombras y los juegos equívocos. Brumal encarna el "pasado deseado y desconocido" de Adriana -o Anairda-, el vínculo poderoso que la une a su infancia de niña de siete años que tiene que abandonar la aldea de sus primeros juegos, el envolvente aroma de fresas de la mermelada primigenia. 

4. Los altillos de Brumal. En este cuento, el elemento sobrenatural no aparece hasta casi el final. Describe en qué consiste.

El elemento sobrenatural hay que buscarlo precisamente en la aldea "de los orígenes", que Adriana decide visitar después de haber recibido el tarro con la mermelada misteriosa. Desde su llegada al pueblo de pescadores donde nadie sabe situar la remota aldea, hasta su ingreso malherida en el hospital, la retahíla de elementos vagamente sobrenaturales es incesante: la iglesia que se yergue en medio de la inmundicia "como una catedral gótica trasplantada a un estercolero", el libro abierto sobre el altar con el nombre de su padre marcado con tres aspas, el joven párroco de sotana mohosa y remendada; la plaza llena de una creciente algarabía producida por las voces de sus amigas de infancia, el lenguaje encriptado de los juegos de antaño, y finalmente -y sobre todo- el altillo que da nombre al cuento, donde Adriana se enfrenta a los fantasmas del pasado. 

No hay que olvidar que, para escribir este cuento, Cristina F. Cubas se inspiró en la célebre obra de Juan Rulfo "Pedro Páramo", en la que el protagonista también viaja a un pueblo fantasmagórico -Comala- en busca de su padre y termina naufragando en la abstraída memoria de su infancia. 

5. La noche de Jezabel. ¿Quién es realmente Laura? ¿Qué sentido tiene la inscripción garabateada sobre las baldosas del porche? (Interpretación libre)

Este es un cuento con un grado elevado de ambigüidad (tal vez porque no está bien resuelto). Todo parece indicar que Laura es el espíritu, espectro o fantasma que, en un principio, habríamos creído encarnado en el gótico Mortimer o en el joven demacrado de mirada profunda. Es un truco habitual de los relatos del género negro o del de terror: amagar con un maloso para, al final del cuento, desvelar a otro del que al inicio no sospechábamos. Confieso que llegué a esta conclusión gracias a los indicios que los propios alumnos me iban descubriendo y a mi propio desconcierto como lector. Pero al releer el texto, uno va recolectando las pistas que la autora ha sembrado para los más avezados. Claro está que el kimono abandonado, meciéndose en los alambres del tendedero, constituye una prueba innegable de la teoría inculpatoria de Laura. Y en cuanto a la inscripción en las baldosas del porche, se diría que es el particular modo de despedirse del espectro. Un espectro benigno, por otro lado, que agradece la cena compartida quizá porque le han hecho sentir que formaba parte de algo de lo que hacía mucho tiempo que ya no formaba.

6. La noche de Jezabel. Resume brevemente la historia con la que Mortimer atemoriza a los invitados.

La historia de Mortimer (un típico relato de terror neogótico) empieza con la vida -y muerte por ejecución- del Conde Robert de Devereux, un espíritu inquieto que acostumbra a visitar a las ancianas de Chelmsford (Essex). Pero eso es solo el aperitivo. A continuación, el joven inglés relata un recuerdo de niñez, de cuando descubrió la presencia de uno de ellos en el jardín de su casa. El pálido invitado, vestido de negro, se presenta una noche tras otra, siempre apoyado en la verja del jardín. Lo remarcable de este cuento no es la aparición en sí, sino la reacción de la madre del pequeño Mortimer: con indiferencia, sin apenas levantar los ojos de su labor, ella le advierte de que "ya va siendo hora de que aprendas a distinguirlos". Y para que nosotros, lectores, también aprendamos a distinguirlos, el tímido inglés prosigue con una descripción pormenorizada de la apariencia de los aparecidos, en versión masculina y femenina. Lo cual (por su ingenuo candor, supongo) desemboca en las carcajadas de Laura, ella sí, un fantasma de los de verdad.

Última modificación: martes, 20 de noviembre de 2018, 10:22