Respuestas S1

  1. Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal. Lee el siguiente fragmento correspondiente al cuento «Lúnula y Violeta» y responde a las dos preguntas.

Esta mañana me he sentido un poco mareada. Lúnula, en cambio, parece restablecida

por completo. Se ha levantado de un humor excelente y ha decidido asumir el trabajo de

la casa. Desde el zaguán la he visto accionar la polea del pozo con una facilidad increíble.

Los cubos se iban llenando como en un sueño, livianos, etéreos, dotados de vida propia.


  • ¿Cuál es la relación entre las dos protagonistas del relato?

Violeta es una persona solitaria, necesitada de amistad y desesperada por comunicarse y encuentra en Lúnula a la perfecta interlocutora. Las veleidades literarias de Violeta se frustran ante el talento de su nueva amiga, magnética y vampírica. Es su doble opuesto, pues tiene todos los atributos de los que la ésta carece. La relación que se da entre ellas va cambiando a lo largo de la narración: empiezan como mejores amigas tomando cafés y probándose sombreros, pasando por el cuidado y la atención de una hacia la otra cuando Lúnula enferma y, a partir de aquí, empezamos a ver los recelos de Violeta al ver las anotaciones/correcciones que Lúnula ha hecho a su obra. El delirio es cada vez mayor y la relación se vuelve de dependencia. Hay un proceso de deformación fisonómica, de animalización, autoestima y la anulación de la propia identidad en Violeta. Como escritora, se siente sustituida y resulta en efecto vampirizada por la nueva personalidad de su amiga, que la suplanta en muchos aspectos.

  • Describe cuál es el cambio que se produce en ellas a partir de este momento en el texto y qué descubre el lector.

Se produce un desdoblamiento de personalidad en dos personajes antagónicos que hasta entonces habían convivido con cierta comodidad y con un aparente vínculo de amistad. Violeta, que hasta el momento había sido la responsable de la casa debido a la enfermedad de Lúnula, se convierte en una intrusa en casa de ésta y ahora es ella la que enferma y no encuentra las fuerzas necesarias para huir. A partir de este momento, el lector se empieza a cuestionar qué está ocurriendo con las protagonistas, se interroga acerca de la identidad de ambas, pues parece que cada una tiene los atributos de los que la otra carece. El cambio de personalidad supone una revelación que, para el personaje que la experimenta, consiste en el conocimiento del otro o en el reconocimiento de uno mismo. O en las dos cosas a la vez. Esto se aprecia sobre todo en el momento de delirio en el que Violeta consulta por segunda vez las anotaciones que Lúnula le ha hecho a su obra en las que su texto prácticamente ha desaparecido.

Finalmente, el lector descubre que Lúnula y Violeta son en realidad dos personalidades en conflicto de un único personaje perturbado: Victoria Luz. Empezamos a atar cabos y descubrimos que, tras los detalles más imperceptibles, la autora ya nos estaba señalando el espeluznante final en el que se encuentran a Victoria Luz muerta, víctima probablemente de un proceso de esquizofrenia, de doble personalidad escincida. Algunos de esos detalles son el juego de los espejos en la tienda cuando acaban de conocerse, el hecho de que compartan el mismo maletín de cuero verde, o que en la cafetería en que ambas conversan por primera vez Violeta perciba “las indiscretas miradas del camarero y las risitas socarronas de una pareja de estudiantes” (p.21), que podría deberse a la exuberancia de la amiga, pero también a que está hablando sola.


  1. Responde a las dos preguntas que siguen al texto que aparece a continuación, que es la nota que le dio el pequeño Tomás Albert al narrador del cuento «La ventana del jardín»:

Cazuela airada,

Tiznes o visones. Cruces o lagartos. La

noche era acre aunque las cucarachas

llorasen. Más

Olla.


  • De todas las palabras que aparecen en la nota, ¿qué significa Olla? = Tomás Albert

  • Los textos de Cristina Fernández Cubas generan desconcierto y están llenos de sugerencia, ambigüedad y angustia. ¿Qué papel juega el lenguaje de la familia Albert en el incremento casi terrorífico de esos sentimientos tanto en el narrador como en el lector?


El narrador es un visitante o un intruso que no puede entender la misteriosa conducta del niño enfermo y la no menos misteriosa de los padres. No es un niño escritor pero sí un niño que escribe unas notas misteriosas y que habla un lenguaje no menos misterioso. La ‘textualidad’, la nota del niño, sus dibujos, su lenguaje, en realidad no son más que mensajes mal leídos que llevan al entrometido a estrellarse contra la más sórdida realidad.

La funcionalidad del uso lingüístico tiene un papel relevante en la creación del ambiente fantástico. Las palabras que utiliza el chico enfermo apuntan hacia la concepción que los surrealistas tuvieron del lenguaje como eficaz recurso para la creación de la sugerencia fantástica.

Por tanto, ante unos cuentos de acción leve, en los que una emoción, una impresión sensorial, un sentimiento, cobran protagonismo absoluto, y con unos finales abiertos, cargados de ambigüedad, que contribuyen a provocar una incómoda extrañeza en el lector, el lenguaje distorisionado de la familia Albert es uno de los elementos que provocan estas sensaciones de angustia y ambigüedad. Con más motivo, además, porque al no revelarse del todo las claves de la realidad (la extraña enfermedad del hijo), el misterio subsiste.


3. Cristina Fernández Cubas da voz a tres personajes en «Mi hermana Elba» que son representantes de distintos mundos: el de la infancia, la prepubertad y la adolescencia. Identifícalos y explica cómo se expresan los rasgos de las distintas edades en ellos justificándote con ejemplos del texto y centrándote en el cambio de la narradora.

Con ‘Mi hermana Elba’, casi una novela corta y con las complejidades de una novela, nos acercamos a la que será una de las constantes de la escritura de Fernández Cubas, el mundo de la infancia representado por Elba, de seis años, el de la prepubertad representado por su hermana, la narradora del relato, y el de la pubertad representado por Fátima, de once años.

  • Fátima: una muchacha flaca y desaseada que no se integra en su entorno y que ‘entraba y salía de las zonas prohibidas a las demás con la mayor tranquilidad’, lo que añade su aire de misterio y su capacidad fabuladora, es decir, entre comillas, de “escritora”.

  • Hermana mayor: admira mucho a Fátima por su capacidad de narrar historias y a su hermana por la facilidad con la que se mueve por los escondites. Llega a escribir que “sólo me interesaba la compañía de Elba a la que, día a día me sentía más apegada”, “me dediqué a anotar en mi diario cuanto decía, había o balbuceaba en sueños”. Pero con el nuevo curso escolar las cosas, como suele ocurrir en tantos textos de CFC, se han alterado. La narradora ve desmoronarse un mundo que tenía como punto de referencia a su amiga y a su audaz hermana. Si Fátima “había dejado de pertenecerme”, ahora, con la separación, “los ojos de Elba, la expresión de angustia con que se despidió de mí el día que nos separamos, me perseguían a donde quisiera que fuese” y su voz, que también la persigue, “no conocía la piedad ni el descanso”. Hasta que el recuerdo se le hace odioso y decide olvidarla. Elba ha perdido el equilibrio en la terraza y se ha matado. El día del funeral su primo Damián, “ a quien iban encaminadas, desde hacía cierto tiempo, todas mis ensoñaciones”, la besa en la mejilla con los ojos enrojecidos. “Era siete de agosto de un verano especialmente caluroso. En esta fecha tengo escritas en mi diario las palabras que siguen: ‘Damián me ha besado por primera vez’. Y más abajo, en tinta roja y gruesas mayúsculas: ‘HOY ES EL DÍA MÁS FELIZ DE MI VIDA’”. Un final cruel que se acerca según avanza la historia, cuando la protagonista va dejando atrás su infancia y otros son los intereses que ocupan su pensamiento, hasta llegar al clímax final, desligado por completo de la anécdota fantástica que pertenece a las vivencias de la infancia.

  • Elba: es la hermana menor de la protagonista. Se la presenta como un ser débil y necesitado de cuidados especiales. Cuando la llevan al internado, duerme en la misma habitación que su hermana mayor para que ésta pueda cuidar de ella. Es la que mejor se mueve por los escondites que Fátima le descubre a su hermana. Parece que el motivo por el que Elba tiene esos “poderes” es que tiene algún tipo de discapacidad intelectual y, por eso, la cambian de colegio después del primer año en el internado y la relación con su hermana mayor se ve truncada por esta distancia y su paso a la adolescencia.



4. 
En «El provocador de imágenes» se da una nueva traición: José Eduardo Expedito es engañado por Ulla Goldberg. ¿Qué siente su amigo -el narrador- por ella? ¿Qué le hace cuando se la encuentra en la taberna? ¿Resulta ser tan amigo de Eduardo, finalmente?


El amigo de Eduardo, después de estar instalado en su casa dice lo siguiente: “La sombra de Ulla no dejó de atormentarme durante aquellas semanas”, había algo en ella que “me hacía verla como un ser inhumano fuera de toda posible lógica”, y se acuerda entonces del intrépido Jonathan Harker y su llegada al misterioso castillo transilvano, del brillante doctor Victor Frankenstein y su terror ante el primer signo de vida de su criatura, “justo el punto que separa la hermosura de la monstruosidad”, y por fin aparece la siniestra figura de Hyde que “provocaba una aversión indefinible emanada de su propia inhumanidad. Como Ulla Goldberg”.

La clave, esta clave ansiosamente buscada por tantos personajes de CFC que viven rodeados de enigmas reales o imaginarios, le llega de forma inesperada. En Hamburgo se encuentra en una tabernucha con un Eduardo borracho que le confiesa que Ulla, de nuevo como otros personajes de estos libros, lo ha traicionado. Y sus palabras, nos dice, “me adentraron en una realidad sorprendente”. Ulla no era dócil ni sumisa como creyó el narrador cuando, instalado en su casa, descubrió la atracción por el sadomasoquismo de su amigo: de nuevo sus sospechas e hipótesis carecen de fundamento. Es una vulgar farsante, una Provocadora, “la más grande provocadora de imágenes que ser alguno pudiera concebir”, y ha utilizado a Educardo como un ingenuo cobaya. Aquel encuentro, nos dice el narrador, “iba a decidir, sin que yo me diera cuenta, muchas de mis posteriores actuaciones”.

En cierto modo, tratará de rectificar su error y rescatar al amigo, pero al mismo tiempo hay cierta perversidad en engañar a la mujer con un “vómito de falsedades e incongruencias”; y, a la luz de otros relatos, podemos sospechar, dentro de la ambigüedad del final, que la amistad que dice sentir por Eduardo es un pretexto para comportarse también él, o solamente él, como un sádico. Lo interesante aquí es la imaginación monstruosa y un sucederse de encuentros que exacerban esta imaginación”.

Última modificación: martes, 20 de noviembre de 2018, 13:41