6. Estilo

Muy pocos autores contemporáneos pueden igualar la riqueza expresiva de Valle Inclán. La riqueza lingüística de Luces de bohemia, es asombrosa. Por sus páginas discurre una amplia gama de registros, variantes y recursos que van desde la jerga más populachera hasta las metáforas más audaces. 

Los diálogos 

Tipos de diálogos en cuanto a su contenido: 

El diálogo de Luces de bohemia es de una extraordinaria viveza. Podemos establecer diferentes tipos de diálogos en función del conjunto de situaciones: 

i) Diálogos informativos: mediante los cuales se comenta y desarrolla la acción. Tiene carácter eminentemente funcional y se subordinan a la progresión del argumento. Caso particular ofrece Max cuando interviene en este tipo de diálogos que le llevan al ensimismamiento; en estos momentos Max se expresa mediante fórmulas monologales, afirmaciones o exclamaciones que no buscan respuesta. 

ii) Diálogos ideológicos: utilizados en la expresión de determinados temas u opiniones políticas, estéticas, religiosas. En estos diálogos suelen intervenir varios personajes. No suele existir debate. Son diálogos con frecuencia largos. Lo importante es lo que se dice. Destacan las complicadas imágenes que aparecen en las intervenciones de Max. 

iii) Diálogos de ingenio: estáticas son también las escenas en que se da libre curso al ingenio verbal característico del mundo literario y bohemio. Su función es estética y humorística. En ellas cobra relevancia la alusión, el eufemismo y el doble sentido. 

iv) Situaciones de enfrentamiento: en los que predomina la amenaza, el insulto, la alusión directa y personal.

v) Coros y diálogo encadenado: voces impersonales en las que se comenta la acción. (Voces modernistas; voces populares). 

La lengua de los diálogos: 

Se trata de un diálogo de proposición y respuesta breve a la que contribuyen frecuentes elisiones, el tono exclamativo, la abundancia de imperativos y de fórmulas de insulto, la sentenciosidad, las frases hechas o los juegos de palabras. Significa que en Luces de bohemia tenemos muchos niveles de habla y de lenguaje: voces y citas literarias dándose la mano con madrileñismos, vulgarismos, gitanismos; o neologismos creados por el autor. 

De un lado, en la lengua de los diálogos observamos un lenguaje jergal que refleja la lengua popular. Aparecen gitanismos: “parné”, “chanelo” o “gachó”. También encontramos vulgarismos: “apegarse” “cuála”. Todo ello en compleja elaboración a partir del habla de los bajos fondos de Madrid: “apoquinar” “vivales” “”pipi”…etc. Todos ellos frecuentes en los sainetes de corte castizo, pero que en Valle-Inclán no hay costumbrismo o madrileñismo: el lenguaje de la calle, de la taberna, del chulo y del borracho, están ahí, formando y conformando la obra, pero con la finalidad de proyectarse más allá, de sobrepasar el espacio de Madrid y de su tiempo. 

A este rasgo se suma el empleo de un nivel culto del lenguaje: el de cultismos, retoricismos y neologismos, es herencia de un modernismo trivializado y falso, presentes en la parodia del lenguaje pedante: voces griegas y latinas (“salutem plurimam”); referencias históricas (“Artemisa”); referencias literarias: “¡Mal Polonia recibe…!” (Calderón La vida es sueño) “¡Juventud, divino tesoro!” Rubén Darío. “corza herida…” S. Juan de la Cruz; además de expresiones claramente pedantes, donde personajes populares pretenden elevar o enfatizar su lenguaje: “no introduzcas tú la pata” “¿qué rumbo consagramos?”. 

Asimismo hay que señalar la utilización durante los diálogos de muletillas caracterizadoras de un personaje: el “¡admirable!”, de Rubén Darío; el “¡cráneo privilegiado!”, del borracho, que cierra la obra de forma magistral; o el inolvidable “¡Max no te pongas estupendo!” de Don Latino. 

Las acotaciones. 

Si habitualmente las acotaciones sólo son indicaciones sobre la representación y, por ello, no tienen una función estética o literaria, en el caso de Luces de bohemia de Valle-Inclán, las acotaciones adquieren un valor literario intrínseco. Para lograr dicho efecto, nuestro autor enriquece una serie de recursos expresivos más de lo que es habitual potenciando toda una gama de efectos y recursos estilísticos. 

En general, las acotaciones de la obra evocan más que describen. En concreto, por medio de las imágenes evocadoras se caracterizan los personajes y se describen los ambientes. Pero, también, Valle coloca comentarios extradramáticos, con lo que las acotaciones cumplen la misma función poética que el diálogo y, de esta manera, se eliminan las fronteras entre el teatro y la novela. Las acotaciones hacen referencia a descripciones de diversa índole: 

i) Indican sonido: “Sigue el murmullo de las voces. Rechina la cerradura”(escena XII); “Llega de fuera tumulto de voces y galopar de caballos” (escena VI). 

ii) Indican olores: “antro apestoso de aceite” (escena IV); “olor frío de tabaco rancio) (escena V). 

iii) Indican colores: “la bufanda de verde serpiente” (escena II). “divanes rojos” (escena IX). 

iv) Indican luces, sombras y claroscuros: “y la mujer, sombra triste” (escena I); “luz de acetileno” (escena III); “las luces de una taberna” (escena XI); “la luz de la tarde” (escena XIV). 

v) Describen rasgos físicos (prosopografías): “Dorio Gádex, feo, burlesco y chepudo” (escena IV); “Su Excelencia, tripudo, repintado, mantecoso,” (escena VIII). 

vi) Se refieren al atuendo: “en chancletas, la falda pringona” (escena I); “obreros golfantes-blusa, bufanda y alpargatas” (escena III); “La Lunares, una mozuela pingona, medias blancas, delantal, toquilla y alpargatas” (escena X). 

vii) Indican movimientos y gestos: “Madame Mollet, el gesto abatido y resignado” (escena I); “Máximo Estrella y Don Latino de Hispalis tambalean asidos del brazo” (escena IV). 

La lengua de las acotaciones. 

En las acotaciones también encontramos los mismos extremos y contrastes que encontrábamos en la lengua de los diálogos. Una prosa rítmica plagada de rimas internas (“periodista y florista” , III; “versallesco y grotesco”, IV), bimembraciones (“una calle enarenada y solitaria”, IV), trimembraciones (“unos son largos, tristes y flacos; otros, vivaces, chaparros y carillenos”, IV) y enumeraciones (“greñas, pipas, gabanes repelados y alguna capa”, VII). 

Es frecuente la aparición de metonimias (“el farol, el chuzo, la caperuza de sereno, bajan…”, XI), sinestesias (“borrosos diálogos”, III; “asfalto sonoro”, IV), comparaciones (“irónico como un ateniense, ceceoso como un cañí”, IV) y metáforas (“el marfil de sus sienes”, VII).

No podemos pasar por alto la presencia de imágenes sorprendentes y deslumbradoras: “Una ráfaga de emoción mueve caras y actitudes”, III; “del antro apestoso de aceite van saliendo deshilados, uno a uno, en fila india…” IV.

Y todo ello organizado con una sintaxis descoyuntada que usa magistralmente los recursos de la puntuación, con abundantes incisos, escuetas enumeraciones inconexas, ablativos absolutos, frases nominales, etcétera; una prosa, en suma, en la que los rasgos cubistas y las ráfagas casi cinematográficas dan al conjunto una sorprendente modernidad.