3. Personajes

3.1. Caracterización

Para la caracterización de un personaje Valle selecciona aspectos significativos. Además de sus actos, se basa ante todo en su forma de hablar; pero merecen especial atención las acotaciones en las que se dibujan a los personajes o se comentan sus actitudes. 

Gran parte de los personajes, sobre todo aquellos de menor relevancia, son descritos a partir de su apariencia externa, por sus rasgos físicos, su indumentaria; o por los objetos característicos de su oficio. (“La chica de una portera: trenza en perico, caídas calcetas, cara de hambre”) (El farol, el chuzo y la caperuza del sereno”). 

En otras ocasiones son caricaturas, sobre todo el caso de algunos personajes del mundo oficial. (”un pollo chulapón de peinado reluciente”…Serafín el Bonito). 

Los personajes más importantes, son descritos por sus cualidades internas, para ello se sirve de adjetivos poco usuales en las acotaciones dramáticas (“Hombre lógico y mítico”…Don Filiberto). (…”humorista y lunático”…Max). 

Otra técnica es la evocación de una realidad social o arquetipo humano. El redactor de diarios (“ el periodista calvo y catarroso, el hombre lógico y mítico de todas las redacciones” es Don Filiberto). Otras veces se refiere a sonidos arquetípicos (“se oye la tos de Don Latino de Hispalis “La tos clásica del tabaco y del aguardiente”) o gestos (Rubén Darío “el poeta siente la amargura de la vida, y con gesto egoísta de niño enfadado, cierra los ojos, y bebe un sorbo de su copa de ajenjo”). En otras ocasiones se atribuye a los personajes caracteres de los seres mitológicos. (“Su cabeza rizada y ciega….recuerda los Hermes”. Max). Esta caracterización mítica contrasta con la tendencia contraria que presenta a los personajes como sombras, bultos, o con la comparación de ciertos personajes con animales. (“Zaratustra, abichado y giboso”). La mitificación, la degradación y la animalización son técnicas esperpénticas de caracterización que coinciden en la nota común de deshumanización de los personajes. 

La autodefinición por parte del personaje es otra técnica que tiene intención provocadora o de exhibición de ingenio y cobra especial importancia en el protagonista.

Por último, cabe señalar que uno de los recursos más utilizados por Valle-Inclán es la caracterización de los personajes mediante el habla. Los personajes de procedencia extranjera son caracterizados por los errores sintácticos y de concordancia que cometen o por las confusiones entre el uso de ser y estar. (“Sería bien”, “Yo estoy incierta”. Madame Mollet). También observamos la introducción de muletillas que se repiten a lo largo de la obra: (“¡Admirable!”. Rubén Darío). (“No te pongas estupendo”. Don Latino). (“Cráneo privilegiado”. Borracho Zacarías). 

Personajes protagonistas. 

MAX ESTRELLA. (Parece remitir a la figura de Alejandro Sawa, el escritor muerto, ciego y loco, en 1909, aunque además tras él se adivina al propio Valle). 

Ciego, hiperbólico, andaluz, representa el último bohemio. Valle nos lo presenta como un héroe clásico pero, por encima de todo es un inadaptado social, cercado por el alcohol, la miseria y la ceguera creciente. Es un ser consciente de su talento y de su superioridad intelectual y moral, y así provoca con orgullo, casi con soberbia, al mundo burgués. Por otro lado, es un personaje lleno de contradicciones, lo que le caracteriza como un antihéroe. Consciente de estas contradicciones Max mantiene a lo largo de toda la obra un monólogo en el que se refiere constantemente a sí mismo mediante verbos de estado, en un intento de reafirmación personal y estética. 

Max Estrella es un personaje complejo y espléndido. Dista de ser una figura noble, pero alcanza momentos de indudable grandeza. En él se mezclan el humor y la queja, la dignidad y la indignidad. Junto a su orgullo tiene amarga conciencia de su mediocridad. Su resentimiento de fracasado resulta ridícula o patética. Destaca su creciente furia contra la sociedad así como su sentimiento de fratermidad hacia los oprimidos. A Max le ha faltado la voluntad precisa y el pragmatismo necesario para triunfar en la sociedad. Sin duda, es un personaje en el que Valle volcó muchos rasgos de su propia personalidad.

La ironía capital de la obra es que Max es uno de los pocos que ve la verdadera situación que están viviendo, así se complace en desvelar los mecanismos que rigen el comportamiento social y humano, incluido el suyo. Acude al ministro para pedir el castigo, pero cuando el político con aficiones literarias le calla la boca con una pensión, Max la acepta y se despide con un desplante que desvela la miseria que hay detrás del regalo y la aceptación. 

Max cuenta entre sus marcas psicológicas una desmedida y disparatada prodigalidad, (no conoce el valor del dinero) y el orgullo que aflora en parlamentos como el que dirige a los jóvenes modernistas: “yo soy el verdadero inmortal, y no esos cabrones del cotarro académico”. 

El habla de Max reproduce los rasgos más marcados de su personalidad. Sus réplicas vivísimas son, unas veces con humor de tono acre y corrosivo: “señores guardias, ustedes me perdonarán que sea ciego” y, otras con sentencias profundas: “Usted desconoce la Historia Moderna “. Su carácter hiperbólico, se manifiesta en su habla repleta de exclamaciones. Su orgullo, en el constante empleo de sentencias. Max ordena, se sitúa en una situación superior, utiliza la maldición, la amenaza, el insulto. Utiliza también la ironía culta con intención provocadora. Para él el lenguaje es una forma de liberarse de la frustración que le producen su miseria y su ceguera.


DON LATINO DE HISPALIS. (Para Zamora Vicente, vemos también en Don Latino algunos datos biográficos de Alejandro Sawa, constituyendo la otra cara de la moneda. Don Latino es la contrafigura necesaria de Max, su cara oscura). 

Contrafigura de Max Estrella es, probablemente, el personaje más esperpéntico de toda la obra. Cínico, parásito, desleal y canalla, apenas hay en él un resto de dignidad. Es el bohemio golfo que se arrima, como un perro, al bohemio heroico, al que no duda en adular, burlar y robar. Don Latino es un mediocre intelectual que admite no entender la poesía de Rubén Darío o también se ve precisado a incorporar las ocurrencias de otros personajes, especialmente de Max. Tal vez la imitación más importante, porque con ella se termina la obra, es cuando el personaje repite la frase de Max considerando que “el mundo es un esperpento” (escena XV). Don Latino es capaz de mentar al “compañero Lenin” (escena II), pero incapaz de asumir la lucha popular o indignarse ante la injusticia social. (“Hay mucho de teatro” (escena XI) cuando la madre pierde al hijo). Don Latino ofrece una visión conservadora, reaccionaria que acata el sistema. 

Sus primeras y últimas apariciones en escena están marcadas por su borrachera, lo cual hace más esperpéntica su figura. La negatividad del personaje se ve plasmada en las calificaciones de otros personajes: Max lo llama “cerdo hispalense” (Escena X). Y Claudinita lo culpa de la muerte de Max: “¡Ese hombre es el asesino de papá!” (Escena XIII).