L5ACR_Actividad con retroacción (Los altillos de Brumal) S1
Instrucciones para realizar y enviar los ejercicios quincenales
Aquí tienes los ejercicios del Lliurament 5:
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Copia las preguntas en un archivo de texto y responde a las mismas justificándote debidamente y utilizando ejemplos del texto cuando sea necesario.
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Cuando las hayas acabado y repasado, pega estas preguntas y respuestas de tu archivo en la ventana que aparecerá cuando cliques en el botón "Afegeix tramesa" que encontrarás al final de esta página. Termina el envío clicando los botones "Desa els canvis" y "Trametre la tasca". Si no clicas este último, la tarea no llegará al profesor.
- También puedes escribir directamente las respuestas en dicha ventana, aunque entonces deberás prestar mucha atención para no cometer errores.
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¡Ojo! Una vez hayas enviado los ejercicios, no podrás modificarlos.
Lee el siguiente fragmento y responde a las preguntas:
Y es que nunca entendiste nada, Madre. Confundiste nuestros juegos de niños con algo poderoso e innombrable de lo que pretendías huir. ¿Creías acaso que vistiéndote al revés conjurabas algún peligro? Juegos de niños, Madre. Inocentes e inofensivos juegos de niños. De poco te sirvió eliminar un sutil personaje de las historias de hadas y prodigios que me contabas de pequeña, porque ese personaje maldito estaba en mí, en tu querida y adorada Adriana, arrancada vilmente de su mundo, obligada a compartir tu mediocridad, privada de una de las caras de la vida a la que tenía acceso por derecho propio. La cara más sabrosa, la incomparable. Sin la cual no existiría gente miserable como tú, tus dos insulsos y abúlicos hijos, las cucarachas de tu pueblo natal, la vulgaridad de una apestosa ciudad en la que, entre injusta e ingenua, decidiste sepultarme... Me era fastidiosamente fácil reconstruir tu historia. La boda con mi padre, tu llegada a la aldea, el resquemor ancestral de los tuyos proyectado equivocadamente contra ti. Un odio antiguo y epidérmico, un temor del que ni los más viejos recordaban las causas. Pero tú nunca dejaste de pertenecerles. Por eso te miraba por última vez, venciendo la aversión que me provocaban tus desabridos ojos verdes, y, con un carbón encendido, marcaba sobre tu rostro tres cruces negras. Ahora, por fin, Madre, estabas muerta y enterrada. El momento era delicioso pero no podía detenerme. Las siete en punto. Dentro de muy poco un hombre llamaría a la puerta, insistiría, esperaría inútilmente a que una imposible Adriana acudiera a recibirle. Porque Adriana dejaba de existir aquí, en este preciso instante, mientras una feliz Anairda bajaba presurosa las escaleras, se dirigía a la estación, pronunciaba por última vez el nombre de la odiosa localidad de mar, subía a un tren y, recostada en su butaca, indiferente a los demás viajeros del vagón, se entregaba a dulces sueños recordando que, al mediodía, es ya de noche en Brumal.
Cristina Fernández Cubas, Los altillos de Brumal
1. Sitúa el fragmento en la obra.
2. Comenta su estructura (del fragmento).
3. Expresa el tema principal (del fragmento, no de la obra en general).
4. Realiza un análisis estilístico del fragmento.